Los coleccionistas e inversores chinos se convirtieron en los grandes compradores mundiales de obras de arte, se promocionan sus artistas y lo hacen como una inversión. "Pagan lo que creen que merece la pena desembolsar, ni más, ni menos".
POR ISIDRE AMBRÓS - La Vanguardia
· Hace menos de dos semanas se conoció el dato de que el pintor chino Zhang Daqian, poco conocido por el gran público occidental, se había convertido en el artista más cotizado en las salas de subastas a lo largo del 2011. Y China se confirma como el primer mercado de arte del mundo, al registrar un 40% de las ventas que se llevaron a cabo en las salas de subastas en el año pasado, un porcentaje que equivale a 4.600 millones de dólares.
Estos datos, revelados por la sociedad Artprice el pasado mes de febrero, constituyen un retrato de la actual situación económica mundial. "El arte siempre ha progresado en paralelo con el desarrollo económico de los países", dijo en aquellos días Thierry Ehrmann, fundador y director de Artprice, para explicar el hecho de que los chinos se hayan convertido en los grandes protagonistas de las salas de subastas, Hong Kong sea la principal plaza mundial y los artistas del país asiático estén en el candelero. Es la constatación de que China se ha convertido en la locomotora económica del mundo, mientras Europa atraviesa una crisis profunda y Estados Unidos empieza a recuperarse.
Es la realidad del momento. "China es el mercado más grande de arte y lo seguirá siendo por mucho tiempo, porque los chinos ricos seguirán comprando", afirma Zhao Yu en su austero despacho de un edificio de oficinas de Pekín, donde nada permite distinguir que se trata del director ejecutivo de la mayor sala de subastas del gigante asiático, la Poly International.
Los chinos disponen de dinero y han descubierto que el arte es una forma segura de inversión, especialmente en tiempos de crisis. "Se trata de una generación que ha crecido con las reformas y la apertura económica y ha aprendido a invertir", opina el directivo de Poly, quien rechaza que compren obras a precios exagerados. "Los chinos pagan lo que creen que merece la pena desembolsar, ni más, ni menos".
La irrupción de estos nuevos coleccionistas ha potenciado, en una época de crisis, las obras de arte y los artistas orientales. Pero para gente como Zhao Yu o Thierry Ehrmann esta situación no representa ninguna opción nacionalista por privilegiar el arte nacional. "El 99 por ciento de las adquisiciones las hacen porque les gusta", subraya Zhao. Unas preferencias que son muy claras. Los coleccionistas no compran cualquier cosa, optan por las obras de tinta china y caligrafía, las antigüedades y las pinturas al óleo. "Ni conocen, ni les interesan los artistas contemporáneos extranjeros", afirma un experto occidental, que no descarta que con el tiempo cambie la situación.
Este observador comunitario está convencido, por otra parte, de que la presencia de coleccionistas e inversores chinos en el mercado del arte seguirá creciendo en los próximos tiempos. Opina que será un fenómeno paralelo a la consolidación del país asiático como potencia económica mundial.
Su ausencia era una anomalía que empezó a corregirse a principios de este siglo, cuando los líderes chinos animaron a la gente a gestionar y aumentar su riqueza a través de inversiones y a sugerir la compra de obras de arte. No fue, sin embargo, hasta el 2009 que las ventas en las salas de subastas chinas empezaron a adquirir importancia. Fue cuando se acuño la llamada era de los 100 millones de yuanes, por los precios que se llegaron a pagar.
Pero los inversores individuales no son los únicos protagonistas. Cerca de treinta gestoras de fondos de arte han desembarcado últimamente en las salas de subastas. Se trata de firmas que compran anónimamente como forma de inversión. Una operación que contribuye a que, de una forma u otra, los chinos se hayan convertido en los dueños del mercado del arte.