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La fachada de un
centro de detención y “reeducación” de chinos musulmanes en la región de
Xinjiang
Ng Han
Guan/Associated Press
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¿Hasta qué punto se
puede justificar el control del gobierno comunista chino sobre las
religiones? Noticias recientes sobre cómo Pekín ha buscado “reeducar” en centros a musulmanes
uigures o ha fortalecido sus restricciones a iglesias cristianas por considerar que
realizan activismo subversivo han provocado diversas reflexiones entre
nuestros lectores, algunos de los cuales parecen estar a favor.
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“Basta con que
renuncien a actividades ajenas al culto”, sostuvo una lectora en Facebook, aunque hubo quienes se
escandalizaron por las noticias sobre quemas de biblias y cursos forzados de
mandarín.
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“Soy el menos amigo
del ‘club de fans de Jesús’, pero esto muestra una vez más los excesos del
Estado chino”, señaló el lector Daniel Ricardo Báez; mientras que Abraham
José Janna lamentó “que haya gente celebrando esto”, al recalcar que “las
persecuciones religiosas en pleno siglo XXI, contra la religión que sea,
constituyen un acto barbárico”.
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