China ante su contradicción
Lo que está ocurriendo en Hong Kong simboliza bien el gran dilema de la
China actual
Las autoridades de un Goliat como China no podían imaginarse, cuando
comenzaron los preparativos de los fastos por el 70º aniversario de la República,
que se iban a ver empañados por las protestas de un incordioso David como
Hong Kong. Pero hasta el mayor desfile militar de la historia en Pekín y
las demostraciones de poderío se han visto silenciadas en el exterior por los
choques entre manifestantes y la policía de la antigua colonia británica.
La policía del régimen ha llegado por primera vez a disparar a uno de los
activistas prodemocráticos, confirmándose que la paciencia del gigante
asiático se está acabando y que la amenaza de aplastar las protestas por la fuerza
bruta empieza a ser una realidad.
Lo que está ocurriendo en Hong Kong simboliza bien el gran dilema de la China
actual. Porque la superpotencia, con el segundo mayor PIB del planeta y un peso
cada vez más decisivo en las relaciones internacionales, funciona en la
práctica
como una nación capitalista abierta al exterior en la que no se reconocería
nada Mao,
pero sigue siendo una férrea dictadura de partido único, el comunista,
sin ningún
avance en materia de derechos humanos y libertades individuales. Al contrario,
bajo el mandato del actual presidente, Xi Jinping, asistimos a un
recrudecimiento de la represión contra las minorías y cualquier grupo
disidente. El llamado milagro chino ha conseguido que la pobreza
haya pasado del 53% que afectaba a la población hace siete décadas
al 8% actual. Pero no es sostenible en un mundo tan globalizado
pretender mantener sojuzgados a 1.400 millones de chinos en un sistema orwelliano implacable.