miércoles, 7 de septiembre de 2016
















Hamano Ryuho expone en el Palais de Glace diversos trabajos 
caligráficos en los que recuerda a los primeros inmigrantes 
de su país llegados a la Argentina
LA NACION
LUNES 25 DE JULIO DE 2016 • 12:00
El artista, rodeado de sus obras en la sala de exposiciones del Palais de Glace
El artista, rodeado de sus obras en la sala de exposiciones del Palais de Glace. Foto: Gentileza del Ministerio de Cultura de la Nación
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La caligrafía refleja el alma de la persona, explica el maestro japonés Hamano Ryuho, reconocido calígrafo en su país, que estos días expone en Buenos Aires.
La muestra, titulada Takara, ha llenado de obras la
planta baja del Palais de Glace.
En el marco de la misma, se incluyen actividades para que los asistentes puedan conocer el proceso de este arte milenario denominados
hodo, desde la preparación de la tinta hasta la escritura
de la obra a mano alzada, y también aprender, siguiendo
las directrices del experto, a escribir sus nombres en japonés,
 más bien en fonemas con los que se traducen los
términos extranjeros.
Takara significa tesoro. Con su obra, el artista quiso construir un
 espacio para transmitir algunas reflexiones, como la creencia de
 que "la niñez es el tesoro del mundo". Y, con ello, recordar a
 "los niños refugiados de Siria, a los de Sudamérica y a
las personas en general", incluidas las que ya no están presentes.
La pieza central de la exposición es una obra de unos 30 metros,
desplegada sobre el suelo, en la que el artista escribió,
basándose en registros oficiales, 1.360 apellidos de los primeros
nikkei, descendientes de inmigrantes japoneses en la Argentina.
En otro de los trabajos de la sala, la caligrafía le ha permitido
 plasmar sobre el papel los nombres de los 800 primeros
 japoneses que llegaron a América latina en el barco Sakura Maru.
Otra de sus creaciones se titula 17 nombres y es un listado
de personas de origen japonés desaparecidas en la
última dictadura militar argentina.
 Sobre la represión sufrida por aquellos tiempos por integrantes de la comunidad japonesa en el país está realizando una investigación
 la profesora de la Universidad de La Plata Cecilia Onaha.
El artista explica a LA NACIÓN que lo que se "atesora" son
las personas. En esta muestra, promovida por el
Museo Nacional de Arte Oriental y el Ministerio de
Cultura de la Nación, "lo que se ve son nombres, pero
no solo están los nombres, están también las personas.
Quisiera que quienes visiten la exposición sientan esa presencia.
 Me gustaría que traten de percibir con todos los sentidos
lo que representa la muestra, no solamente ver los nombres escritos".
El pintor, que expone por tercera vez en el país,
recalca que la caligrafía japonesa no implica solo
destreza manual, sino también reflexión y sabiduría.
El shodo trata de expresar la belleza de la letra.
Hay cinco tipos de escritura que fueron evolucionando.
Hay dos muy antiguos, la que se utiliza actualmente y
otros dos que se parecen más al trazo de una pintura.
 En shodo, al igual que en la música, uno no puede volver
 atrás y corregir lo que está escribiendo.
una bella arte que transciende con el tiempo.
En las letras, está lo que uno quiere expresar, ahí está todo su
sentimiento", aclara.
Hamano dice que, cuando escribe, no piensa en nada.
Pone su mente en blanco y deja que la obra "fluya naturalmente".
Aclara que, en este arte, la repetición es una gran aliada.
"Hay que repetir la escritura miles de millones de veces, l
a caligrafía requiere de mucha práctica.
Es ahí cuando tu cuerpo recuerda los movimiento
 y éstos se incorporan",
 se mecanizan. De tanto hacerlo, "después no se necesita pensar
en ello, sale solo. De hecho, no se debe pensar,
porque el sentimiento obstruye. Hay que dejar fluir lo que
el cuerpo recuerda".
El artista, nacido en Fukui en 1960 y cuya obra recorrió
varias ciudades del mundo, siente nostalgia porque,
"tanto en Japón como en otras partes del mundo,
casi no se escribe a mano: se usa la computadora".
Performance realizada días atrás por Hamano Ryuho en la inauguración de la muestra
Performance realizada días atrás por Hamano Ryuho en la inauguración de la muestra. Foto: Gentileza del Ministerio de Cultura de la Nación

"Una persona con un corazón turbio

 no puede dibujar pureza"

La muestra de Hamano Ryuho recibió numerosas
visitas en los
últimos días, entre ellas la de la artista argentina Julieta Jiterman,
una de las principales expertas en arte oriental
del país y fundadora de una escuela de sumi-e en Buenos Aires.
El origen del sumi-e es la caligrafía.
Utiliza sus mismos materiales (pincel, piedra, tinta y
papel de arroz) e igual enfoque, pero, mientras en la
primera se trazan ideogramas (caracteres con varios significados),
en la segunda, los motivos son pura alusión a la naturaleza.
La artista argentina, que se formó en Japón y
que trabaja con la Embajada de ese país, destaca la
importancia de que en la ciudad se pueda disfrutar
de una muestra así.
"Acá no solemos tener exposiciones de shodo ni de sumi-e
abiertas al público, ya que el Museo de Arte Oriental
permanece cerrado y en ningún espacio se exhibe arte 
chino o japonés
de origen", señala.
Jiterman cuenta que en Japón "todos aprenden caligrafía
en la escuela primaria desde los cinco o seis años" y
un gran porcentaje vuelve a practicarla cuando se jubila. "
Es muy valorada y admirada por ellos, y se alegran
enormemente cuando la practica un extranjero".
La profesora señala que, en Argentina, hay un creciente
interés por el shodo (shosignifica caligrafía y do, camino).
"Este crecimiento se está dando simultáneamente
en muchos países y con gran impulso. Hace tiempo creía no
 saber el idioma era un impedimento para estudiar caligrafía,
pero, como es un arte, toda persona puede aprender y
disfrutar de esta disciplina milenaria", añade.
El trabajo con la tinta fue y es altamente apreciado en Oriente.
"Tanto el calígrafo como el pintor deben convertirse en un
con el pincel para que éste cobre vida. Convertirse en uno
significa eliminarse a sí mismo y unir la tinta al espíritu
para hacer resonar cada pincelada con energía vital",
explica Jiterman.
"La habilidad para manifestar la fuerza de uno mismo
deviene solo a través de años de dedicación.
Como otras artes, ésta puede ser muy reveladora:
 la persona con un corazón turbio no puede dibujar
una línea que brille con pureza.
La que es superficial, no mostrará profundidad; y,
que carece de vitalidad, no podrá dibujar algo que
con energía. Una simple línea recta puede ser el espejo del espíritu", señala la artista.
En Japón y en China, añade, la caligrafía y la pintura
son tomadas como una.
Las pinceladas que dan origen a los caracteres son las
mismas que forman los elementos de la aguada.
"Quien pueda pintar una sola y vibrante pincelada, puede aplicar
esta habilidad al círculo o pintar una orquídea,
un bambú o un ideograma".
Algunos artistas occidentales, como los expresionistas
franceses Georges Rouault y el surrealista español Joan Miro,
 han sido altamente influenciados por la caligrafía oriental.
Toma su tiempo desarrollar una pincelada que exprese
realmente ki (energía vital o fuerza universal),
y los trazos aumentan en vitalidad con los años "y con métodos
 que establecen elevados objetivos para uno mismo,
trabajando la respiración y ahondando y deviniendo e
n los recursos internos. El shodo es muy cercano a la práctica
de las artes marciales: se entrena el movimiento y
la concentración, los estilos, la proporción y otras destrezas".
La caligrafía debe provenir de un estado de total concentración,
 exento de pensamientos e ideas, y dentro de un flujo continuo.
monje Sen no Rikyu (1522-1591) afirmaba que es un arte que
 demanda el más alto nivel de espiritualidad.
Al respecto, Hamano Ryuho señala que, "cuando uno
 escribe shodo, es algo que se hace una vez, no se puede
volver a atrás y corregir, puede salir bien o mal.
La lucha no es un combate con otro, sino con uno mismo
lograr aceptar esto y la próxima vez hacerlo mejor.
En ese sentido, puede considerarse como un arte marcial".
La artista Julieta Jiterman, pintando un ideograma en el Jardín japonés
La artista Julieta Jiterman, pintando un ideograma en el Jardín japonés.
El pintor debe esforzarse
 para lograr el estado
de no-mentea través de la meditación
 y la contemplación.
Tanto enshodo como en sumi-e se
considera que la obra de arte
no solo representa la naturaleza,
sino que ella misma es una
natural, "ya que la técnica misma
implica el arte de la ausencia de
artificio o lo que Saburo Hasegawa
llamó el accidente controlado", explica la profesora.
La técnica artística consiste en ejercer una espontaneidad
disciplinada. "Los cuadros se pintan con la misma
naturalidad que las rocas o ideogramas que representan.
Esto no significa que las formas de este arte
queden libradas al azar, sino que no hay dualismo
ni conflicto entre el elemento natural del azar y el
elemento humano del control. Las potencias
de la mente humana no son más artificiales
los actos que forman a las plantas, flores o letras".

El artista, rodeado de sus obras en la sala de exposiciones del Palais de Glace. Foto: Gentileza del Ministerio de Cultura de la Nación