domingo, 11 de marzo de 2018

Europa ante un nuevo espacio estratégico privilegiado: la región del Indo-Pacífico

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UE Studio, firma creativa de branded content y marketing de contenidos de Unidad Editorial para Real Instituto Elcano.
 
Mario Esteban
Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador del Real Instituto Elcano
En los albores del siglo XXI se apreciaba un reequilibrio del tablero internacional del Atlántico al Pacífico, debido a la vertiginosa emergencia de China y al papel hegemónico de Estados Unidos desde el desmoronamiento de la Unión Soviética. En ese contexto la región de Asia-Pacífico comenzó a suscitar una creciente atención dentro de la política exterior de la mayor parte de los estados. España no fue una excepción y en el año 2000 se aprobó el Plan Marco Asia-Pacífico.
Desde entonces, el auge de los dos gigantes asiáticos, China e India, ha sido tal que el término Asia-Pacífico ha quedado rápidamente obsoleto a favor del espacio Indo-Pacífico. Este segundo concepto expresa con más precisión tanto el creciente espacio de influencia de China como el mayor protagonismo de India en los asuntos de la región.
El proyecto más ambicioso dentro de la política exterior de Xi Jinping es la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida coloquialmente como la nueva Ruta de la Seda
El sustancial incremento de la presencia de China y de sus actividades militares más allá de los límites del Pacífico Occidental ha creado inquietud en varios países, entre ellos India. Este gigante del Sur de Asia no sólo es uno de los países más preocupados por la creciente presencia china en el Índico, también es uno de los Estados que más ha desarrollado sus capacidades económicas y militares en lo que va de siglo. Esto ya llevó hace más de una década a Estados Unidos y a Japón a cultivar a Delhi como contrapeso a Pekín. Así quedó patente en 2005 con la entrada de India, Australia y Nueva Zelanda como socios fundadores de las Cumbres de Asia Oriental y en 2007 con el lanzamiento del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral entre Estados Unidos, Japón, Australia e India. Especialmente enfático se mostró el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en su discurso de agosto de 2007 ante el parlamento indio sobre la confluencia de los océanos Índico y Pacífico. En aquel momento, los cambios de gobierno en Japón y Australia dieron rápidamente al traste con esta entente cordial entre democracias del espacio indo-pacífico.
En ese contexto, también marcado por la crisis financiera internacional, comenzaron a escucharse voces en China que sugerían sustituir la política exterior de perfil bajo, acuñada por Deng Xiaoping en el ocaso de la Guerra Fría, por una política exterior más proactiva y asertiva, que reflejase mejor el espectacular crecimiento del poderío nacional chino en las últimas dos décadas. La llegada al poder de Xi Jinping supuso el aldabonazo definitivo para esta posición, que defiende que ya ha llegado el momento de que China recupere un papel central en la arena internacional.
El proyecto más ambicioso dentro de la política exterior de Xi Jinping es la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida coloquialmente como la nueva Ruta de la Seda. Esta estrategia abarca a 65 países, que suponen en torno al 60 por ciento de la población y la mitad del PIB mundiales, y tiene un impacto potencial inmenso, especialmente en el continente Euroasiático. Esta iniciativa, presentada en 2013, se centra en la dimensión económica, promoviendo la conectividad y la cooperación entre los países involucrados. Especialmente positivo es que haya puesto el acento en sectores como la energía y el transporte, que son auténticos cuellos de botella para muchos países en vías de desarrollo.
A pesar de ello, la Iniciativa de la Franja y la Ruta también tiene repercusiones estratégicas sustantivas, pues favorece relaciones de interdependencia asimétricas entre China y el resto de países involucrados y la imagen del gigante asiático como potencia normativa. De forma paralela al impulso de estas dinámicas cooperativas, gracias a cuantiosas inversiones y préstamos, y la creación de instituciones como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, Pekín también ha dado muestra de una mayor asertividad en las disputas con sus vecinos. Especialmente ilustrativas han sido las incursiones navales y aéreas en zonas disputadas con Japón en el Mar de China Oriental, la construcción de islas artificiales en el Mar del Sur de China y la mayor militarización de la zona.
Esta creciente asertividad de China, unida a un cierto alineamiento ideológico entre los gobiernos de Estados Unidos, Japón, India y Australia, ha permitido que se recupere una mayor coordinación estratégica entre estos países. Esto se ha materializado en la recuperación del diálogo cuadrilateral de seguridad en noviembre del año pasado y en el apoyo brindando por India y Estados Unidos a la Estrategia del Indo-Pacífico Libre y Abierto impulsada por Tokio desde noviembre de 2016. Esta estrategia se fundamenta en tres pilares: libertad de navegación e imperio de la ley; prosperidad económica a través de una mejora de la conectividad gracias a infraestructuras de calidad desarrolladas mediante estándares internacionalmente aceptados; y compromiso con la paz y la estabilidad.
La Unión Europea debe apoyar las iniciativas regionales que sean inclusivas, favorezcan la cooperación y se rijan por normas y estándares internacionales.
Sobre el papel, la Estrategia del Indo-Pacífico Libre y Abierto casa perfectamente con los valores y los intereses de la política exterior europea, gracias a su énfasis en el Derecho Internacional y en la lucha contra amenazas como la piratería, el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva, o la pesca ilegal. Además, gracias a su carácter abierto e inclusivo, basado en el respeto al Derecho Internacional, dicha estrategia podría servir para que China renunciase a modificaciones unilaterales del estatus quo en la zona, que ponen en peligro la estabilidad regional, y para que realizase sus actividades de acuerdo a normas y estándares reconocidos internacionalmente como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar o los Principios de Gobierno Corporativo de la OCDE y el G20. De esta manera, y con procesos más transparentes de concesión de financiación, la Iniciativa de la Franja y la Ruta puede ser una magnífica plataforma para la cooperación internacional y podría contribuir más eficazmente al desarrollo socioeconómico de los países involucrados.
En este proceso será clave ver si realmente se imponen estas visiones inclusivas, basadas en la adhesión a normas y estándares internacionalmente aceptados, o prevalecen lógicas confrontacionales que priorizan la perpetuación de determinados equilibrios de poder y la polarización de la región. La estrategia de seguridad nacional publicada recientemente por la administración Trump no resulta especialmente esperanzadora al definir la región del Indo-Pacífico como una zona donde está teniendo lugar una competencia geoestratégica entre visiones libres y represivas del orden internacional.
La Unión Europea debe apoyar las iniciativas regionales que sean inclusivas, favorezcan la cooperación y se rijan por normas y estándares internacionales. La Estrategia del Indo-Pacífico Libre y Abierto podría ser una excelente alternativa, siempre y cuando no se acabe implementado como un mero instrumento de contención contra China.
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