sábado, 25 de octubre de 2014

En el diario El País

De: Xulio Ríos

El Estado de derecho asoma en China con una nueva impronta. Claro está que no es la primera vez que esto ocurre y está por ver que se dote de auténtico contenido.


A priori, su invocación como asunto central de la sesión de otoño del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh) podría mostrarnos un sincero afán de las autoridades por poner coto al abuso de poder, la injusticia, la arbitrariedad y la ausencia de moralidad.


Podríamos interpretar esta apuesta como un nuevo intento de orientar el rumbo de un régimen postotalitario interponiendo diques contra una evolución más nacionalista y populista, cuya significación estratégica y económica constituye un obstáculo creciente para el avance de la democracia y el derecho.


En tal sentido, las invocaciones formuladas por Xi Jinping en 2012 con motivo del trigésimo aniversario de la vigente Constitución china, a favor de la construcción de un país regido por la ley, retumban ahora, dos años después, con el propósito de avanzar en su concreción.


Pero el compromiso auspiciado por el PCCh, señalado como un nuevo episodio de su acción políticamente modernizadora, pudiera no tener tanto que ver con la significación de dicho concepto en nuestro entorno, indisolublemente asociado al reconocimiento de derechos y libertades recogidos en la Constitución; y más con la actualización histórica de aquella doctrina legista que marcó breve pero intensamente la historia china.