miércoles, 28 de febrero de 2018







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El presidente Xi Jinping en Pekín, el año pasado CreditFoto del pool por Fred Dufour
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El domingo se anunció que el presidente chino, Xi Jinping,
 busca extender su mandato por tiempo indefinido: en
China provocó temores por el resurgimiento del caudillismo;
 en el extranjero generó inquietudes por el posible advenimiento
 de una nueva era de hostilidad y estancamiento.
Xi, quien ha sido presidente desde 2013, ha intentado cultivar
 una imagen de figura paterna benevolente en pro del ascenso
 pacífico de China.
Sin embargo, la decisión que tomó el Partido Comunista de
cambiar la Constitución china y abrir el camino para un
tercer periodo de Xiintensificó una sensación de resentimiento
entre académicos, abogados, periodistas y ejecutivos de negocios
de ese país. Muchos han visto con sospecha la manera en que
Xi ha utilizado su poder para encarcelar a un gran número de disidentes, reprimir la libertad de expresión y endurecer la
supervisión de la economía, la segunda más grande del mundo.
Wu Qiang, un analista político radicado en Pekín y quien ha sido
 uno de los críticos del mandatario, señaló que el cambio en la Constitución convertiría a Xi en un “superpresidente”.
“Tendrá un poder ilimitado”, comentó.
Los censores del gobierno se apresuraron a bloquear las críticas
de la decisión. Hubo memes en internet que mostraban a Xi como
 un emperador sin respeto por el Estado de derecho, y unos en los
 que su retrato remplazaba la imagen sagrada de Mao en la Plaza
 de Tiananmén. En otro, se utilizó un anuncio de los condones
Durex y se agregó un eslogan —“El doble no basta”— para mofarse
de la idea de que Xi está buscando un tercer periodo.
La iniciativa del partido llega en un momento en que Xi ha
 proclamado una era de grandeza china, cuando el país,
según el presidente, tomará el lugar que le corresponde como
 una gran potencia a nivel mundial. China ya está situando bases militares en el Pacífico occidental y en África, construyendo infraestructura por toda Asia, partes de Europa y África, y dirigiendo
la que Xi espera que sea la economía número uno dentro de dos décadas o antes.
“China cree que está en vías de tener el estatus de potencia mundial
y quiere perpetuar la trayectoria que lleva”, mencionó David Finkelstein, director de Estudios de China en CNA, un instituto de investigación con sede en Arlington, Virginia.
Algunos analistas fuera de China destacaron su preocupación de que
el mandato individual de Xi pueda empeorar una relación cada vez más tensa entre Estados Unidos y China.
Después de que Estados Unidos pasó años intentando involucrar a China en varios asuntos —desde reformas del mercado hasta
derechos humanos, pasando por cambio climático—, en diciembre, en el primer documento de seguridad nacional que emitió, el gobierno de Trump se volvió en contra de Pekín y señaló que China era un competidor estratégico.
Los legisladores en Washington están preparando planes para
imponer aranceles a algunas importaciones chinas, limitar las inversiones de ese país en Estados Unidos —en particular dentro
del sector tecnológico— y gastar más en el Ejército estadounidense
 con el fin de mantener su gran ventaja sobre el Ejército Popular de Liberación.
Este mes, en una comparecencia ante el congreso, el director del
 FBI, Christopher Wray, aseguró que China era “no solo una amenaza de todo un gobierno, sino la de toda una sociedad”.
Es muy posible que Trump vea la consolidación de Xi en el poder
como parte de una tendencia global en la cual hay dirigentes
cada vez más influyentes y en la que podría incluirse al lado de
Xi y Vladimir Putin, el líder ruso, opinó James Mann, autor de
 The China Fantasy, un libro que contradice la visión popular
 respecto de que el aumento de la prosperidad generará una liberalización política en China.
“Supongo que no condenará la falta de democracia en China,
porque es algo que raramente, o nunca, hace”, comentó
Mann en referencia a Trump.
Mann también dijo que el logro de Xi podría no importarle
mucho a Trump.
En los más de doce meses en el cargo, “Trump casi nunca ha
expresado el tipo de respaldo hacia nuestro sistema constitucional
que ha sido parte fundamental de las declaraciones de otros presidentes”, señaló Mann. “No respeta la dignidad ni la integridad
de los oponentes políticos. No ha mencionado su apoyo a la independencia de las cortes o la libertad de prensa”.
Así que, si acaso, “creo que lo más probable es que Trump esté celoso”, remató.
Desde Clinton hasta Obama, pasando por Bush, la creencia predominante era que involucrar a China la volvería parecida a Occidente.
En cambio, como lo predijo Mann, China ha tomado la dirección opuesta.
Shi Yinhong, un profesor de relaciones internacionales de la Universidad Renmin en Pekín, mencionó que era probable que
a Xi no le preocupara la forma en que el mundo pudiera interpretar
 su designación como un potencial gobernante perpetuo.
Lo más seguro es que, con un periodo ilimitado, Xi permanecerá
en la presidencia después de 2024, el año en que Trump dejaría
la Casa Blanca si lograra la reelección.
“Objetivamente, es una razón que vuelve a Xi más fuerte que Trump,
a quien el cambio no tiene por qué gustarle nada”, afirmó Shi.
En su país, lo más probable es que Xi tenga un respaldo
considerable para un tercer periodo, el resultado de una
campaña de años en la que ha marginado a sus rivales políticos
y ha limitado el disentimiento. Además, los nacionalistas aplaudieron
 la decisión, pues describieron a Xi como una fuerza singular que
 podría restaurar la gloria de la nación.
No obstante, a medida que se ha diseminado la noticia, en las redes sociales de círculos legales chinos se han discutido lecturas de
Hannah Arendt, quien escribió sobre los perjuicios de un Estado totalitario, y pasajes de George Washington, quien se retiró
después de dos periodos en la presidencia.
Douglas H. Paal, un experto en China del Fondo Carnegie para
la Paz Internacional, mencionó que la medida repentina, antes
de que Xi siquiera comience su segundo periodo el mes que viene, sugería que la situación no era “normal” dentro del
Partido Comunista.
“Todo esto parece como una máquina a marcha forzada,
no una que funciona de manera normal, así que algo está ocurriendo”, comentó Paal. “Xi está ganando, pero se necesitará un buen olfato investigador para descubrir qué. Es un momento fuera de lo común”.
El supuesto poder sin restricciones que tendría Xi tal vez no
resulte del modo que él cree, señaló Peter Jennings, director
ejecutivo del Instituto Australiano de Política Estratégica y alto exfuncionario de defensa de Australia.
“Los riesgos que correrían sus fortunas personales son enormes”, comentó. “¿Y si el Ejército Popular de Liberación decide que
 ya no lo necesita?”. Y agregó: “¿Qué sucederá si el crecimiento
 se desacelera más de lo esperado?”.
Si Xi siente presión dentro de su país y de parte del extranjero,
podría volverse impredecible e incluso peligroso, afirmó Jennings.
 El ansia por más poder personal podría ser el principio de su caída.
“Occidente no debe estar tranquilo con la situación de Xi porque implica que este podría arriesgarse más en el mar del sur de
China o en Taiwán”, señaló. “No tiene nada que perder y todo
 que ganar si recurre a una política más arriesgada, más parecida a la de Putin”.
Agregó: “¿Dónde se ha visto que acabe bien el modelo del
 ‘presidente de por vida’?”.